La importancia del riego en la Vid


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Autor: Jesús Salvador Ruiz Carvajal

La escasez de agua es un hecho actual en algunas zonas y el riego es el mayor consumidor de agua en nuestro país. El cambio climático puede provocar aún más problemas de aportes de agua que resultan del incremento de la temperatura y la irregularidad intra e interanual de la distribución de las precipitaciones pluviales, con episodios más extremos.

Muchos de los efectos negativos en la calidad que se atribuyen al riego, suelen asociarse a un exceso de riego, al desconocimiento de las necesidades hídricas y de la respuesta de la vid al riego en situaciones concretas y a no entender esta práctica cultural en un marco de equilibrio con el resto de los factores de cultivo.

El agua es un elemento primordial para la planta. En nuestras condiciones de cultivo tradicionales el agua es escasa y las viñas se encuentran insuficientemente provistas de ella, de ahí en el interés y necesidad del riego.

En la viticultura actual el riego es una técnica que produce un gran beneficio: asegura la supervivencia de las plantas en las primeras fases y garantiza una producción más estable. Habitualmente se riega por goteo y las instalaciones pueden amortizarse en los primeros años si las condiciones de sequía son extremas.

La viña es uno de los cultivos donde es más rentable la utilización del agua puesto que con la aportación de cantidades pequeñas se logra una producción más estable y de mejor calidad.

El riego asegura la supervivencia

Figura 1: El riego asegura la supervivencia de las plantas en las primeras fases​

La gestión del riego es compleja. El riego no puede considerarse aisladamente puesto que forma parte de un paquete tecnológico para el viñedo y el vino a obtener, en el que la disponibilidad de agua se ve influida por el suelo, el clima y el sistema de conducción de la planta y el manejo general del cultivo.

Los efectos del riego en la vid han sido estudiados ampliamente en diferentes zonas, con evidencias tanto de efectos positivos como negativos sobre la calidad del fruto. En España, en los últimos años, se han realizado estudios en las principales zonas vitícolas como Rioja, Ribera del Duero y Madrid, Priorato, Castilla-La Mancha, Jumilla, Somontano, Valencia o Mallorca.

Los resultados de estas investigaciones coinciden en señalar como efectos del riego incrementos de producción significativos, aunque dependientes de la variedad y de las condiciones edafoclimáticas del ensayo. La diversidad de los resultados es mucho más amplia y de signo contrapuesto según la variedad y también en función de las condiciones del cultivo, las dosis y momentos de riego.

Esta heterogeneidad en las respuestas al riego, también se debe a que el volumen del suelo explorado por las raíces de la vid es potencialmente muy grande, por lo que resulta difícil determinar el volumen de agua disponible para la planta, y por tanto el grado de déficit hídrico que está soportando. Sin embargo, la amplia experiencia acumulada confirma que, para cualquier situación edafoclimática y cualquier variedad, la máxima calidad del fruto se alcanza en cultivos mantenidos en condiciones subóptimas de abastecimiento hídrico.

La máxima calidad del fruto se alcanza en cultivos

Figura 2: La máxima calidad del fruto se alcanza en cultivos mantenidos en condiciones subóptimas de abastecimiento hídrico.

Definir con mayor precisión la correspondencia entre el grado de déficit hídrico y los parámetros de calidad de la cosecha resulta extraordinariamente complejo en un sistema en el que el número de variables es elevado (condiciones edafoclimáticas, complejo variedad-patrón, fenología y desarrollo del

fruto, balance capacidad fotosintética de la planta/carga de racimos) y las interacciones con la cosecha (numero de racimos, tamaño de granos) y con la calidad (concentración de ciertos componentes y balance entre los mismos).

Los avances en el conocimiento de las bases fisiológicas de las respuestas de la vid al déficit hídrico pueden contribuir decisivamente a mejorar nuestra comprensión de esta complejidad de respuestas y en el último termino nuestra capacidad de predicción y asesoramiento de las prácticas agronómicas que conduzcan a la optimización de la producción y la calidad del fruto.

Por otra parte, la amplia extensión del cultivo, y los elevados volúmenes de agua requeridos para el riego en zonas habitualmente propensas a sequía, obligan a plantear el problema de la optimización del uso del agua.

Los modelos de cambio climático prevén además un incremento de la aridez en nuestro país en un futuro no muy lejano que puede comprometer la disponibilidad de agua.

En este sentido, condiciones hídricas subóptimas, que conducen a maximizar la calidad, conducen también a elevar la eficiencia en el uso del agua, y ambos objetivos, uso eficiente y máxima calidad pueden ir de la mano en el caso del cultivo de la vid para vinificación.

La necesidad de competir por precios obliga a un cultivo intensificado y más mecanizado y con mucha eficiencia de la mano de obra, lo que implica transformación de los sistemas de conducción, pasando por formas bajas y libres de la vegetación, como el vaso, a otras más altas y con la vegetación en un solo plano, como la espaldera. Estas modificaciones implican diferencias en el consumo de agua en función de la expresión vegetativa y el microclima aéreo.

En cualquier caso, el mantenimiento de la vid es un cierto grado de déficit hídrico requiere una medida o estimación del estatus hídrico de la planta o bien, asumir el desarrollo natural de un déficit hídrico progresivo por agotamiento de la reserva hídrica del suelo.

Este último supuesto es evidente en zonas mediterráneas con precipitaciones ocasionales y habitualmente escasas de junio a septiembre, por lo que un planteamiento elemental es aplicar dosis de riego inferiores al supuesto gasto de agua definido por la evapotranspiración potencial  y un coeficiente de cultivo (Kc) más o menos empírico en lo que se conoce como Riego Deficitario Controlado (RDC).

La aplicación se inicia cuando el desarrollo de la vid ha producido un determinado déficit hídrico (fases de baya en tamaño guisante).

Esta práctica ampliamente experimentada, resulta de fácil aplicación en base a datos de ETP actualmente disponibles desde Sistemas de Información para el Riego o bien mediante estaciones agrometeorológicas “in situ” claramente asequibles.

Sin embargo, el desplazamiento de los viñedos a zonas de suelos profundos y ricos, frecuentemente con una elevada capacidad de campo hace que, dosis de riego que resultan  escasas en suelos pedregosos o laderas, resulten un exceso en vaguadas o llanos con mayor reserva.

Por otra parte, el riego en base a determinaciones de la humedad del suelo resulta de dificil aplicación por la profundidad y extensión de las raíces, la heterogeneidad del medio edáfico y las limitaciones en la determinación de la humedad del suelo.

Estas dificultades de predicción del estatus hídrico de la planta en base a datos climáticos (ETP) o edáficos (humedad del suelo) aconsejan decidir la aplicación del riego en base al estatus fisiológico de la planta, y en este sentido se han desarrollado diferentes “indicadores” que permiten la determinación del momento y la dosis de riego con mayor precisión.

 

Tabla 1: Correspondencia entre valores de potencial   de base y estado hídrico de la planta según Carbonneau (1998)

Potencial de base (ψaa) en MPa

Estatus hídrico de la vid

0.0 < ψaa < -0.2

Ausencia de déficit hídrico

-0.2 < ψaa < -0.4

Déficit hídrico moderado

-0.4 < ψaa < -0.6

Déficit hídrico fuerte

-0.6 < ψaa

Déficit hídrico severo

 

Cita correcta

Salvador, J. 2022. La importancia del riego en la Vid. Serie frutales. Núm. 92. Artículos Técnicos de INTAGRI. México. 4 p.

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