Autor: Jesús Salvador Ruiz Carvajal
Como planta perenne, la vid ocupa el suelo durante treinta a cuarenta años y no entra en producción hasta el tercero o cuarto años después de la plantación. Su vida es una sucesión de ciclos anuales interdependientes, pues las condiciones de vegetación a lo largo de un ciclo debidas al medio ambiente y al manejo del hombre, tienen influencias en los ciclos vegetativos siguientes.
A lo largo de cada ciclo anual, la vid asegura:
- El crecimiento y desarrollo de los órganos vegetativos (pámpanos, hojas, zarcillos y raíces), su perennidad mediante el almacenamiento de reservas (agostamiento) y la adquisición de Endolatencia de las yemas: es el ciclo vegetativo.
- El crecimiento y desarrollo de los órganos reproductores (inflorescencias, flores y bayas) y su maduración: es el ciclo reproductor (fig. 1).
- Cada año durante el mes de marzo, un mes relativamente tranquilo, de transición que da paso a un nuevo ciclo anual de la vid, es el tiempo en el que las plantas de vid en los viñedos comienzan a llorar, con unas lágrimas más grandes que las nuestras.
- La cepa que hasta febrero mantenía el estado de latencia, o dormancia, comienza a despertar. La subida de la temperatura en el ambiente pero sobre todo la temperatura del suelo provoca una reacción en las raíces que se traduce en el resurgimiento del flujo de la savia. Y esa sangre que corre por los vasos de la vid, que empieza a circular, escapa por las heridas de poda. Es el signo inicial de que en breve se iniciará el nuevo ciclo de la vid.
El lloro y el brote
Figura 1. Ciclo bi-anual de la planta de vid. |
Los lloros corresponden a la entrada en actividad del sistema radicular por acción de la elevación de la “temperatura del suelo”. Se produce una activación de la respiración celular, una recuperación de la absorción de agua y de elementos minerales, así como una movilización de las reservas. Las cepas, durante unos días, algo menos de una semana, comienzan a llorar, a gotear un líquido transparente parecido a nuestras lágrimas. Es el signo inequívoco de que comienza la brotación, que se inicia a finales de marzo y principios de abril.
El inicio de lo que se denomina “el lloro de la cepa” queda supeditado a cómo sea el calor de finales de invierno y principios de primavera. Según la composición del suelo, de su profundidad, de su contenido en humedad, de la textura del suelo o de su porosidad, por ejemplo, cada suelo mantiene una temperatura, que puede variar bastante.
La conducción se reemprende bajo la acción de los fenómenos osmóticos y provoca un movimiento ascendente de savia, llamada “presión radicular”. En ausencia de vegetación, esta savia se derrama a nivel de las heridas de poda.
La cantidad de líquido que se derrama es generalmente poca y a veces importante (de 0.2 a 5 litros por planta), esto significa de 10 a 200 hectolitros por hectárea, con un valor medio de 1.5 g/L. Este fenómeno, depende del patrón, la edad de la planta (más en plantas jóvenes) y la velocidad de recalentamiento.
Figura 2. Inicio del Lloro en la planta de vid. |
Composición de los lloros
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0.3 g/L |
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0.6 g/L |
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0.2 a 0.5 g/L |
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54 a 157 mg/L |
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124 a 163 mg/L |
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23 a 28 mg/L |
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10 a 23 mg/L |
El cese de los lloros está provocado por el desarrollo de bacterias que forman, en el líquido, una masa viscosa que lleva consigo el taponamiento de los vasos leñosos. Los lloros tienen una composición diferente de la savia bruta que circula durante la vegetación. Son más ricos en compuestos orgánicos (azucares, ácidos), lo que prueba la movilización de reservas, y menos ricos en materiales minerales.
Los lloros no parecen jugar un papel fisiológico. Incluso cuando son abundantes, no parece provocar un debilitamiento de la planta. Pueden, sin embargo, causar inconvenientes:
- Aumentando la sensibilidad a las heladas primaverales de las yemas rehidratadas por su exudación: por ello se aconseja, en la poda, realizar un corte oblicuo opuesto a la yema.
- Dificultando la formación del tejido de soldadura en el caso del injerto de campo; por ello se aconseje descabezar el patrón varios días antes de la operación del injerto.
Si ha llovido mucho, un suelo arcilloso, por ejemplo, tarda más en calentarse. Sin embargo, si el suelo es pedregoso y no tiene casi agua, las piedras aumentan antes su temperatura y mantienen la radiación. Hay suelos más fríos y otros más calientes. Lo que sí está claro es que cuando se incrementa la temperatura exterior, sube la temperatura en la tierra y empieza la reactivación.
Las yemas formadas el año anterior y que hemos dejado colocadas de forma óptima en los sarmientos, para favorecer que nos den los racimos deseados, empiezan a recibir sustancias nutritivas, hormonas, para iniciar su crecimiento y su brotación.
Tras el lloro, en marzo las yemas también se hinchan. Es el paso previo al desborre, un suceso que detallaremos en el mes de abril, pero que en resumen es la acción de romper el entrelazado de fibras que recubren el brote de las yemas.
El viticultor, en marzo, puede completar las labores del campo. Es el caso de aquéllos que quieren que la brotación sea más tardía, para evitar por ejemplo que las heladas propias del mes de marzo hagan daño al viñedo, o bien porque las variedades broten precozmente. Cuanto más tarde se pode, más tarde brotará.
Durante el mes de marzo también se aplican los abonos o fertilizantes con equipo agrícola especializado correspondientes o los herbicidas en el caso de utilizarlos. Este mes, además de aumentar la temperatura, también suele ser lluvioso, lo que provoca que no sólo se reactive la vid, sino que las malezas también. Es cierto que a veces debemos eliminarlas para evitar la competencia. Pero no siempre es interesante quitar esas plantas que salen tanto en la hilera de plantación (donde están ubicadas las plantas) como en la calle (por donde circulan los tractores).
Figura 2. Inicio del Lloro en la planta de vid. |
Noches frescas y días en los que se superan los 20 grados nos ofrecen un renovado paisaje en el viñedo, que a partir de los 10 grados ve cómo se reactiva el crecimiento de los vegetales. También las de esas florecillas blancas y amarillas, malas hierbas denominadas Leznas, y cuyo nombre científico en latín es Diplotaxis eurocoide. Ese crisol de flores que en el mes de marzo, comienzan a caer.
Literatura consultada
Fernández-Cano, L. H. y Hidalgo-Togores, J. 2011. Tratado de Viticultura. 4th Edición. Ediciones Mundi Prensa. Madrid, España.
Reynier Alain. 2002. Manual de Viticultura. Guía Técnica de Viticultura. 6ª. Edición. Ediciones Mundi-Prensa. Madrid, España.
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