Manipulacion del Comportamiento de Mosca Blanca


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Dr. Luko Hilje Quirós

CONSUPLAGA S.A., Costa Rica

Profesor del Congreso Internacional de Fitosanidad en Hortalizas 

Introducción

Aunque existen más de 1550 especies de moscas blancas (Hemiptera: Aleyrodidae), Bemisia tabaci es la más cosmopolita, polífaga y perjudicial en el campo agrícola. Como plaga directa, tanto las ninfas como los adultos provocan el debilitamiento de las plantas y favorecen la aparición de fumagina, en tanto que las ninfas pueden inducir alteraciones fitotóxicas (síndromes) en ciertas hortalizas. Sin embargo, en los trópicos su mayor impacto se debe a que son vectores de varias especies de virus, tales como begomovirus (geminivirus), carlavirus, closterovirus (crinivirus), luteovirus, nepovirus y potyvirus.

 Dr. Luko Hilje

Figura 1. Dr. Luko Hilje Quirós: Conferencista del Congreso Internacional de Fitosanidad en Hortalizas

Intagri, 2016.

Para enfrentarse al binomio B. tabaci-virus, se puede recurrir a la noción y las prácticas del manejo integrado de plagas (MIP), que se basa en un conocimiento adecuado de las interrelaciones entre el vector, los virus y las plantas hospedantes, más el ambiente físico y los sistemas de producción. Pero la situación no es sencilla pues, aparte de los aspectos propiamente agroecológicos y socioeconómicos, la mayor dificultad para desarrollar programas de MIP proviene de algunas características intrínsecas de ambos organismos.

En efecto, este insecto y los virus no son entidades taxonómicas únicas e indivisibles. Por el contrario, se conocen unas 111 especies de virus asociados con B. tabaci, con gran capacidad de mutación. Además, B. tabaci muestra tal plasticidad genética, que hasta hace un tiempo se habían detectado 17 razas o biotipos (bautizados con las letras de la A hasta la Q), y ahora se sabe que más bien se trata de un complejo de 34 especies “gemelas”, es decir, idénticas en su morfología, pero que no se cruzan entre sí.

En síntesis, la complejidad biológica y taxonómica de ambos organismos, sumada a las consecuencias fitosanitarias de las posibles combinaciones de virus específicos con cada biotipo/especie, podría desalentar el desarrollo e implementación de programas de MIP, sobre todo si la meta es contar con un enfoque de manejo "universal", vale decir, que sea funcional, bien independientemente de los virus y biotipos/especies implicados.

Hacia un enfoque preventivo

A pesar de las dificultades recién descritas, aquí se pretende demostrar que realmente es factible desarrollar programas de MIP para el binomio B. tabaci-virus, y que pueden basarse en un enfoque preventivo. Eso sí, para ello es necesario entender la biología y la ecología del vector, para hallar sus debilidades o "talón de Aquiles". En tal sentido, es de particular importancia entender aspectos clave de su etología o comportamiento, y en especial aquellos de tipo sensorial, vale decir, sus respuestas visuales, olfativas, gustativas y táctiles ante diferentes tipos de estímulos o situaciones en el agroecosistema.

Al respecto, el autor ha trabajado por muchos años en la búsqueda de un enfoque de este tipo y, con base en su experiencia, a continuación y de manera muy resumida se describen seis acciones prácticas y funcionales, de eficacia demostrada en la práctica.

a. Aislar al vector. Una manera de evitar la inoculación de los virus por parte de B. tabaci, es interponer una malla fina como barrera entre el vector y el cultivo; debe ser de poro ("mesh") 50, la cual permite el ingreso de suficiente luz y aire, pero no del vector. Esto no es aplicable a cultivos sembrados a campo abierto, pero sí en la producción de plántulas en micro-túneles, o en cultivos mantenidos en ambientes protegidos (invernaderos). En este último caso también debe cubrirse el cenital del invernadero, ya que aunque los adultos usualmente vuelan a menos de 1 m sobre el suelo, las corrientes de viento los ayudan a desplazarse y los pueden arrastrar hasta esa altura. Asimismo, los adultos podrían ingresar de manera imperceptible, por lo que es esencial construir una doble puerta en los invernaderos -ambas revestidas con malla-, de modo que la segunda pueda detener aquellos que podrían haber sobrepasado la primera puerta.

b. Capturar al vector. Al igual que otros insectos, B. tabaci es muy atraída por el amarillo, de modo que ya es una práctica común la colocación de láminas amarillas impregnadas con alguna sustancia adhesiva, para capturar los adultos. En hortalizas sembradas en el campo, además de que se saturan con polvo durante la estación seca, que es cuando B. tabaci es más abundante, realmente no son eficientes para abatir sus poblaciones, que son demasiado altas; si bien el agricultor percibe que estas trampas amarillas capturan adultos, esas cantidades son insignificantes. En cambio, en invernaderos funcionan bien, tanto en el vestíbulo (entre las dos puertas) como dentro de la estructura, pues las poblaciones no deberían ser tan altas como en el campo, al menos en teoría. En realidad, la tonalidad a utilizar abarca un amplio espectro, desde el verde-amarillento hasta el amarillo-verdoso.

c. No ser cómplice del vector. Por lo anotado en el numeral anterior, no se debe vestir ropa de esas tonalidades cuando se está cerca de un invernadero y se debe ingresar a él, pues los adultos de B. tabaci son atraídos por ella y permanecen posados por varios minutos sobre el cuerpo de las personas. De esta manera, ellos podrían entrar al invernadero sin que el agricultor se percate, y reproducirse ahí de manera muy rápida, favorecidos por la  alta temperatura y la humedad favorable que caracterizan a estos espacios.

d. Engañar al vector. Los adultos de B. tabaci tienen fuertes preferencias por uno u otro cultivo. Por ejemplo, a varios biotipos les gusta mucho más la berenjena que el tomate, la vainica, el pepino y el chile dulce. Por tanto, se puede sembrar una hilera de berenjena en los costados de la parcela o el invernadero por los que sopla con más fuerza el viento, y tratarla con un insecticida, ojalá biológico, para que la berenjena actúe como cultivo trampa. O sea, los adultos son atraídos por éste, y mueren intoxicados ahí.

 adulto y pupa de adulto

Figura 2. Adulto y pupa de adulto de mosca blanca en un cultivo bajo invernadero.

Foto: Toscano et al., 2007.

e. Confundir al vector.

A diferencia del engaño, mencionado en el numeral anterior, es posible alterar el patrón visual u olfativo de un cultivo, para que las señales captadas por los adultos de B. tabaci provoquen su confusión y, al no reconocer el cultivo que buscan durante el vuelo, se desorienten. Una opción es colocar sobre el surco una cobertura de plástico plateado, que refleja la luz ultravioleta y aleja a los adultos. Otra es establecer una cobertura viva, y sembrar el cultivo después, para que las plantas de éste queden enmascaradas por las de la cobertura y así los adultos no las puedan localizar con facilidad; es preferible que dicha cobertura sea aprovechable económicamente, como sucede con el cilantro (Coriandrum sativum), que se puede cosechar cuando el cultivo ha superado el período crítico de susceptibilidad a los virus, por lo que ya no la necesita.

f. Repeler o disuadir. Para evitar que el vector haga contacto con el cultivo e inocule los virus, se pueden atomizar sustancias repelentes o disuasivas. Las primeras provocan el alejamiento, mientras que las segundas pueden inhibir la alimentación (fagodisuasión) una vez que el vector se ha posado en la planta. Se hemos demostrado repelencia en varias sustancias puras de origen vegetal, como el cinamaldehído, perialdehído, 1-hexanal y Z-3-hexen-1-ol, pero causan fitotoxicidad, lamentablemente. En cuanto a los disuasivos, hemos documentado este efecto en extractos hidroalcohólicos de ajo (Allium sativum), chile muelo (Drymis granatensis), epazote (Chenopodium ambrosioides), girasol silvestre (Tithonia diversifolia), hombre grande (Quassia amara), madero negro (Gliricidia sepium), sorosí (Momordica charantia), tacaco cimarrón (Sechium pittieri) y tora (Montanoa hibiscifolia). Sin embargo, ninguno de ellos supera a varios aceites minerales comerciales, que parecieran causar un efecto táctil; asimismo, algunos aceites de origen vegetal (nim, jojoba y palma) causan disuasión, y podría ser que actúen de manera táctil y también olfativa.

Consideraciones finales

Conviene remarcar que algunos de estos seis abordajes, así como las opciones tecnológicas derivadas de ellos, los hemos validado en campos de agricultores, y han demostrado su funcionalidad práctica y su rentabilidad económica.  No obstante, conviene aclarar que de ninguna manera son excluyentes de otras opciones que, aunque también son de carácter preventivo, no necesariamente se relacionan de manera directa con aspectos etológicos.

Al respecto, ya existen variedades de algunos cultivos que son resistentes ya sea al vector o a ciertos virus, así como algunas prácticas agrícolas eficaces, como las citadas a continuación:

a. No sembrar cerca de parcelas viejas del cultivo, ni de otros cultivos hospedantes del vector, pues cuando un cultivo envejece y empieza a deteriorarse, los adultos de B. tabaci buscan nuevas parcelas, y para entonces el 100% de ellos son portadores de virus, de manera que al invadir una nueva parcela hacen que se enfermen rápidamente las nuevas plantas.

b. Eliminar los rastrojos apenas sea posible, ya sea quemándolos o enterrándolos, pues pueden ser fuentes de adultos y/o de virus.

c. Eliminar las plantas silvestres (arvenses o malezas) más apetecidas por los adultos, dentro y en los alrededores de la parcela, dado que algunas podrían albergar virus.

d. Sembrar barreras altas y tupidas de maíz, sorgo o zacate Johnson alrededor de una parcela, para impedir o al menos dificultar el ingreso de los adultos.

En síntesis, dependiendo de las condiciones agroecológicas de una región, así como de los tipos de sistemas de producción y de los factores socioeconómicos implicados, es posible combinar o integrar varios de estos métodos en una propuesta específica, que se debe someter a la validación en el mundo real del agricultor, para determinar su factibilidad agronómica, así como su rentabilidad económica y su viabilidad ambiental. A partir de entonces, será posible ir haciendo los ajustes pertinentes, con la meta de, finalmente, conciliar los tres principios del MIP, es decir, permitir la convivencia o coexistencia con el binomio B. tabaci-virus, priorizar los métodos de carácter preventivo, y lograr la sostenibilidad económica y ambiental del conjunto de opciones tecnológicas aplicadas.

2do Congreso Internacional de Fitosanidad en Hortalizas

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