Autores: Equipo Editorial INTAGRI
El hongo Dydimella bryoniae está ampliamente extendido por todos los continentes, especialmente en las zonas tropicales y subtropicales, pero también en regiones templadas. Afecta a un gran número de cucurbitáceas, entre las que destacan: sandía, melón, calabaza, calabacita y pepino. Ataca principalmente a cultivos bajo cubierta, ya que para su desarrollo los climas cálidos y húmedos son ideales; sin embargo, también suele atacar cultivos a campo abierto, aunque con menor agresividad. Es una enfermedad que puede causar una reducción en el rendimiento y calidad de los frutos, al afectar su apariencia externa, o la destrucción total de la planta, en caso de que no sean adoptadas medidas preventivas o curativas.
Características principales
Perpetuación. El hongo se mantiene sobre o bajo el suelo, en los restos vegetales sin descomponer más o menos secos, durante más de un año bajo la forma de micelio durmiente resistente al frío. Es muy resistente a la sequía, lo que le permite mantenerse también sobre las estructuras de la protección. Después de producirse podredumbres en los frutos, una proporción considerable de las semillas resultan contaminadas exterior e interiormente, asegurando la conservación y extensión de la enfermedad. Las parcelas o invernaderos donde se alternan solo cucurbitáceas este problema es endémico y aparece ciclo tras ciclo.
Difusión. El inoculo primario del hongo suele estar constituido por dos tipos de esporas: conidioesporas (fase asexual) y ascosporas (fase sexual). Las ascosporas son expulsadas de las peritecas en cuanto el ambiente está húmedo. En cultivo protegido D. bryoniae es un peligro potencial durante todo el año ya que pueden producirse ascosporas contaminantes en todo momento. Su liberación suele tener lugar 3 horas después de humidificarse los órganos afectados; la luz y la oscuridad no parecen afectarla. A continuación, las ascosporas son trasportadas por el viento, constituyendo la forma de diseminación a larga distancia. Las conidiosporas son esporas mucilaginosas que salen de los picnidios en forma de masas amarillentas. Son dispersadas por salpicaduras o escorrentías de agua y pueden ser transmitidas mecánicamente a otras plantas durante las operaciones de cultivo y constituyen la forma de diseminación a corta distancia del hongo.
Figura 1. Daños en tallos de calabaza causado por D. bryoniae. Foto: Virginia DuBose |
Condiciones para su desarrollo. Este hongo es particularmente dañino cuando las plantas presentan heridas de distinto tipo o están debilitadas por causa de estrés o por el ataque de otros microorganismos parásitos o depredadores. La temperatura y la humedad son factores a veces limitantes de la extensión del hongo. Es capaz de desarrollarse y de fructificar a temperaturas comprendidas entre 5 y 35 ° C, con un óptimo situado alrededor de 23 °C para el pepino. Para la sandía, el óptimo de desarrollo es ligeramente más alto, del orden de 24.5 °C, mientras que para el melón es claramente más bajo, de 19.5 °C.
En melón se vuelve mucho menos sensible en cuanto suben las temperaturas. La humedad, por su parte, es sin lugar a duda el factor preponderante. Generalmente, las plantas cultivadas en condiciones secas son menos sensibles que las que lo son en condiciones húmedas. Las infecciones son raras con humedades relativas cercanas al 60 %. La enfermedad se hace especialmente grave a partir de un 95 % de humedad relativa, y sobre todo cuando hay presencia de agua libre sobre las plantas. Una película de agua establecida durante una hora permite que se inicie la contaminación. Esta puede tener lugar directamente a través de la cutícula, la epidermis o por medio de las heridas de poda.
Síntomas. Los síntomas pueden ser confundidos con otras enfermedades fungosas o bacterianas. Suele manifestarse en el follaje de la planta, inicialmente las manchas se muestran como pequeñas áreas cloróticas que crecen rápidamente y cambiando a pardo oscuro, llegándose a confundir con antracnosis. Cuando el ataque es severo las manchas pueden alcanzar tamaños de hasta 75 mm, apareciendo frecuentemente en el borde las hojas y entre las nervaciones. Las manchas muestran un halo muy pequeño de color amarillo con exudado gomoso. Al envejecer las manchas, se observan en su centro fructificaciones de color negro. Cuando son numerosas las manchas, se unen generando zonas necróticas y en algunos casos llegan a destruir casi por completo la parte aérea del cultivo. Las lesiones en el tallo principal y secundarios comienzan por la base y posteriormente a lo largo de los mismos. Al inicio las manchas son de forma elipsoidal y de color parduzco pálido, que rápidamente se alargan, con una hendidura en su centro. Posteriormente, en la mancha se hace visible una lesión en forma de cráter en el tejido, con presencia de exudado gomoso de color amarillo y ocasionalmente pardo rojizo con cuerpos fructíferos del hongo, que es lo que determina el color oscuro de las manchas; con aspecto de podredumbre blanda. En algunos casos las plantas afectadas pueden marchitarse. También se han descrito infecciones a frutos, principalmente en cultivos bajo invernadero. En los frutos produce manchas en frutos, sobre todo en la pulpa y corteza donde aparecen áreas de color amarillo o marrones en la zona apical o peduncular, causando una podredumbre blanda que suele también ir acompañada de la presencia de cuerpos fructíferos del patógeno; mientras que en las semillas aparecen moteados con estructuras reproductivas del hongo. D. bryoniae puede ser fácilmente confundido con otros hongos relacionados a la pudrición, pero si se observa bien se podrán apreciar pequeños puntitos negros en hojas y tallos, que no son más que los cuerpos fructíferos de D. bryoniae.
Figura 2. Mancha marrón en la pulpa de frutos de pepino causada por D. bryoniae. Foto: Braulio Lemus. |
Manejo de la enfermedad durante el cultivo
Si se quiere controlar eficazmente la enfermedad, es esencial establecer métodos de lucha complementarios que ayuden a evitar o reducir el impacto de la enfermedad en el cultivo.
Material de plantación sano. La primera medida a implementar para evitar la aparición de la enfermedad es utilizar semillas tratadas o plántula sana. Las semillas no deben ser colectadas de frutos parcialmente podridos, ya que estarán contaminadas y pueden esperarse ataques muy precoces. Las heridas causadas en el proceso de injerto también son una vía potencial de entrada del D. bryoniae, por lo que la asepsia es indispensable para evitar cualquier tipo de contaminación.
Desinfección de las instalaciones. Las paredes de los invernaderos se desinfectan también con agua formolada, hipoclorito de sodio o amonio cuaternario.
Manejo de la humedad relativa. Calentando y ventilando el invernadero, el productor contribuye a reducir la humedad relativa, y con frecuencia, evita la presencia de agua libre sobre las plantas. Por ejemplo, en los cultivos cercanos a la recolección, en los que se mantienen temperaturas “elevadas” durante la noche, la enfermedad se desarrolla mucho menos. Aunque parece una medida onerosa está en el productor o técnico decidir en qué medida esto es aplicable para evitar la incidencia de la enfermedad. De igual forma, conviene evitar que el agua esté presente durante demasiado tiempo sobre las plantas o en las proximidades; por ejemplo, sobre el suelo. Por ello conviene regar con más frecuencia y aportando menos agua cada vez. Los riegos por aspersión se efectuarán por la mañana o durante el día, pero nunca al anochecer en cultivos a campo abierto. También debe evitarse tener los goteros al pie de la planta.
Rotación de cultivos. De forma general se recomienda establecer rotaciones de cultivos al menos cada dos años, para evitar la presencia de la enfermedad. En parcelas o invernaderos afectados es aconsejable establecer rotaciones en las que se mantenga un mínimo de dos años sin cultivo de cucurbitáceas.
Eliminación de restos vegetales. Los frutos alterados y los restos de poda se sacarán rápidamente de los invernaderos y de las parcelas para evitar que sean reservorios del hongo. Al termino del cultivo, los restos vegetales serán eliminados de los invernaderos y las parcelas.
Figura 3. La primer medida para evitar la presencia de D. bryoniae es contar con semilla y plántula sana, obtenida mediante viveros o empresas certificadas. Foto: INTAGRI. |
En estas últimas, pueden enterrarse profundamente en el suelo. Los restos vegetales accidentalmente presentes o mantenidos en las cercanías de los invernaderos también originan contaminaciones, especialmente por medio de las ascosporas que se forman sobre estos restos, en cuanto las condiciones climáticas lo permiten. Hay que vigilar tanto los alrededores como el interior de los invernaderos.
Control químico. Para que la lucha química sea eficaz debe ser relativamente intensiva, especialmente en cultivos protegidos; donde, generalmente, se deben efectuar pulverizaciones semanales. Para el control químico existen diferentes materias activas de acción protectiva efectivas frente a este patógeno como mancozeb, metiram, propineb, clorotalonil, entre otros. También se dispone de fungicidas con capacidad de penetración en los tejidos vegetales como iprodiona, procimidona, azoxystrobin, kresoxim-metil, benomilo, imazalil, ciprodinil, boscalid, fluopyram, pyraclostrobin, entre otros. Este tipo de productos mejoran el control, sobre todo en condiciones de alta presión de enfermedad, pero presentan el problema de la aparición de resistencias. Para evitar que se desarrollen cepas resistentes es indispensable alternar distintos modos de acción de los fungicidas. Los tratamientos con los fungicidas deben procurar un recubrimiento completo de toda la planta y tendrán que intensificarse si se dan condiciones favorables para el desarrollo de la enfermedad como lluvias, rocíos o nieblas.
Biofumigación. En cultivo protegido, si se hace monocultivo de alguna cucurbitácea en tierra, se puede efectuar la biofumigación. La biofumigación es una técnica biológica para el control de patógenos del suelo (nemátodos, hongos, bacterias) que consiste en la incorporación en el suelo de grandes cantidades de materia orgánica fresca (estiércoles o brásicas) junto con la aportación de grandes cantidades de agua para llegar a condiciones de anaerobiosis. Su eficacia como desinfectante del suelo es similar a la de los fumigantes químicos convencionales, considerándose una alternativa del uso de éstos en agricultura convencional, también útil en agricultura ecológica.
Cita correcta de este artículo
INTAGRI. 2023. Dydimella bryoniae en Cucurbitáceas. Serie Fitosanidad, Núm. 141. Artículos Técnicos de INTAGRI. México. 5 p.
Literatura consultada
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